Este artículo analiza las demandas sociales de las familias allegadas de Santiago de Chile entre 1990 y 1994 y cómo estas participaron en la construcción del tiempo histórico tras el fin de la dictadura. En ese sentido, planteamos que la experiencia de la transición se configuró a partir de temporalidades no lineales ni ajustadas al discurso hegemónico de la elite concertacionista, que intentó instalar “la espera” como eje de la consolidación democrática en tanto futuro, principalmente a través de la contención de la conflictividad del presente. Para ello, rastreamos las principales acciones colectivas de los pobladores en los primeros cuatro años de gobierno civil y cuestionamos la uniformidad de la experiencia transicional.