Este artículo tiene la finalidad de evidenciar que durante 1850 y 1920 los modelos clásicos se resignificaban por medio de la arquitectura y la escultura en ciudades como Santiago y Buenos Aires, y que mediante estas manifestaciones en el espacio público se impone un pensamiento elitista, así como un patrimonio cultural público amparado en la segregación y la occidentalización de la estética de la ciudad. Con esto se aprecia cómo el centro de las ciudades se instala como un eje y un sustento de conjuntos visuales, que facilitan la disposición de la estética clásica; asimismo, se demuestra que los modelos clásicos son instalados de forma conspicua y atemporal. Una relectura de estas resignificaciones, o de los modelos clásicos en el espacio público, favorecerá una comprensión más culturalista y contextualista de la historia de las dos ciudades latinoamericanas contempladas en este estudio.