Boletín nº1-2024 El genocidio de Gaza

Por: Equipo Cátedra de Derechos Humanos

Editorial.

Zygmunt Bauman, sociólogo de origen judío polaco, escribió uno de los libros más memorables sobre el significado del Holocausto como el arquetipo de todos los genocidios. En Modernidad y Holocausto planteó varias cuestiones plenamente vigentes sobre el genocidio que actualmente ocurre en Gaza a manos de Israel. Así como el Holocausto no fue un asunto entre judíos y alemanes, el genocidio de Gaza no es una cuestión de israelíes y palestinos, sino que involucra la conciencia de humanidad e interpela a los Estados y a todos los ciudadanos del mundo. En efecto, todo el entramado del derecho internacional, así como las organismos creados para proteger los derechos humanos, están hoy en extrema tensión y cuestionados por su falta de eficiencia para detener la matanza masiva de civiles. Ni siquiera se ha logrado un alto al fuego o que el conflicto no se extienda.

Por otra parte, la deshumanización de los palestinos reflejada en sendas declaraciones de las autoridades israelíes para justificar el uso del hambre como arma de guerra, los bombardeos de hospitales, escuelas, lugares de culto, etc., encuentra su símil en el Holocausto. Esto nos recuerda los discursos y leyes que expulsaron a los judíos de la ciudadanía y la vida pública alemana como antesala de su destrucción física. También nos recuerda la justificación racista que fundamentó el Apartheid sudafricano. Estos casos nos muestran que el objetivo de la deshumanización es crear una repugnancia existencial hacia los grupos marcados para la destrucción.

La deshumanización tiene efectos muy concretos, e históricamente probados, sobre la masificación de la violencia indiscriminada contra poblaciones enteras hasta su extinción. También crea una falsa cobertura moral del genocidio para crear impunidad. Esta impunidad se justificaría ontológicamente, ya que la deshumanización rompe la red de compromisos morales en que se fundamenta el vínculo social. Además, la deshumanización inhibe el reconocimiento y aplicación de las normas éticas que podrían impedir un genocidio. Tales normas, independientemente de su fundamento religioso, filosófico, consuetudinario, etc., quedan suspendidas ante la deshumanización. Por ello debiéramos censurar y condenar activamente los discursos de odio que impliquen la deshumanización de cualquier grupo humano, ya que se encuentran fuera de la libertad de expresión.

Desgraciadamente son muchos son los puntos en común entre el Holocausto y el actual genocidio de los palestinos. Los condenables atentados de Hamas no pueden ser una justificación para la destrucción del pueblo palestino. A esta altura solo la presión manifiesta de una sociedad civil global puede frenar el ciclo destructivo en Oriente Medio. En dicha tarea todos estamos éticamente involucrados.

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