Boletín nº1-2025 La democracia bajo ataque

Por: Equipo Cátedra de Derechos Humanos

Editorial

El anti-intelectualismo prolifera en muchas partes del mundo socavando los fundamentos de la democracia. Mucho se ha dicho respecto de que las causas están en el predominio de las redes sociales que crean burbujas de opinión en base a algoritmos, lo cual desplaza y vuelve obsoleta la tradicional esfera pública. En esa explicación los algoritmos responderían a la necesidad de capturar la atención de los usuarios para monetizar todos los datos posibles. Pero esta es una explicación incompleta, ya que los algoritmos también responden a orientaciones políticas muy concretas para modelar la opinión y estados de animo de los usuarios. De este modo, se produce una nueva causalidad en que los estados de animo son la base de emociones a explotar hacia distintos objetivos, ello crearía las nuevas formas de opinión que ya serían impermeables a la argumentación y la evidencia.

Esa nueva forma de construir opinión esquiva la deliberación y la confrontación racional de ideas, explota los temores, crea mitos de repugnancia -tan propios del fascismo- para fragmentar la sociedad entre un nosotros homogéneo y unos otros extraños e invasores, habla de lo irrelevante para evitar discutir lo fundamental, banaliza y satura la conversación con una pulsión de agresión. Y sobre todo alimenta resentimientos, reales e imaginarios, que enfrentan a distintos grupos marginados.

Una de las herencias del pensamiento ilustrado es una desmesurada confianza en la fuerza de la razón y, en consecuencia, el poder de la argumentación. Sin embargo, la historia nos demuestra que el poder desnudo puede arrasar fácilmente lo que la razón construye. A modo de ejemplo, frecuentemente en el ámbito académico se cita a EE.UU. como una democracia fuerte, con sistemas de contrapesos y desconcentración del poder que evitarían un régimen autoritario. Sin embargo, en pocos meses Donald Trump ha transformado EE.UU. de tal modo que el miedo abarca no solo a los migrantes, sino también a las universidades e instituciones culturales, a la prensa, a Hollywood, e incluso a los magnates de las grandes tecnológicas como Intel y Nvidia. No logra articularse una sociedad civil capaz de responder, aunque los planes de Trump y sus seguidores eran bien conocidos durante la campaña. Una de las banderas de Trump, así como de toda la nueva derecha radical, es el desprecio por la intelectualidad y lo que representa. Para destruir a la intelectualidad hay que socavar sus instituciones; la educación pública, las universidades, el sistema científico, etc., catalogados ahora como casta.

Desde hace varios años se ha construido un movimiento internacional antidemocrático, neorreaccionario que ve en la intelectualidad -y sus instituciones- una de las bases de la democracia que debe ser desmantelada. Filósofos como Nick Land y Curtis Yarvin nombraron a este conjunto de ideas como Ilustración Oscura y son muy influyentes en la extrema derecha estadounidense, así como en importantes sectores de Silicon Valley.

La democracia está bajo ataque. Su fragilidad proviene de su bloqueo para resolver problemas fundamentales y construir sentido colectivo. Cada vez más elecciones se vuelven la puerta de entrada de nuevos autoritarios que quieren destruir la democracia desde dentro. Nos jugamos mucho.

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Departamento de Historia

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