ENTREVISTAS: Dr. Sebastián Leiva, egresado del Doctorado en Historia

Sebastián Leiva Flores, Licenciado en Educación en Historia y Geografía, Magíster en Historia de América y Doctor en Historia por la Universidad de Santiago de Chile. Se ha desempeñado como profesor en la Universidad de Santiago de Chile, USACH, desde 2008 a la fecha, en la Universidad de Artes y Ciencias, ARCIS, de 2005 a 2014. Además de esto, es autor de variados libros y artículos relacionados a la investigación y estudio de los movimientos obreros y populares en Chile.

Entre sus obras más recientes, encontramos “Los ‘obreros blancos’ en Chile. El mutualismo y el cooperativismo entre las décadas de 1940 y 1960” de 2019

1.     ¿Cómo ha aportado a su desarrollo profesional y académico?

Mira, a pesar de que nosotros fuimos la primera generación, me parece que el programa partió muy bien estructurado, además habían varios años de experiencia con el magíster, con un Departamento que a esas alturas estaba súper afiatado. Entonces, me parece que el programa de estudios y todo lo que estaba relacionado con el programa de estudio fue lo suficientemente completo como para que, a nosotros y a mí en particular, permitiera cualificar en buena medida lo que yo venía arrastrando desde la licenciatura y luego en el magíster.

Me parece que estaban muy bien organizados lo núcleos temáticos, el conjunto de profesores que nos hizo clases eran profesores que tenían mucha expertiz en los temas, y eso me permitió desarrollar una investigación que recogió, en buena medida, lo que esperaba el programa, que era cualificar todo lo que tenía que ver con el ámbito teórico-conceptual.

Mi impresión es que nosotros en general, en la formación durante la licenciatura - yo estudié del 93 al 97, cuando casi recién se había reabierto la escuela - no teníamos la mejor formación en el campo de la teoría y los conceptos, es decir, los profesores siempre te aportan en el campo de la teoría, pero no sé si la formación era tan buena. Y tengo la impresión de que el doctorado me permitió abordar y pulir todo lo que tenía que ver con la base teórico-conceptual, con la cual yo pude abordar la investigación. 

En ese sentido, para mí fue, sin dudas, un aporte el doctorado. Y también la perspectiva de concebir un ejercicio historiográfico de gran magnitud, me parece que, más allá de la autorreferencia, las exigencias del Doctorado te llevan también a proponerte ejercicios de investigación de largo alcance. En mi caso, la tesis doctoral no solamente cubrió un período de tiempo más o menos prolongado, más allá de que mi tesis está basada entre los años 40 y 60, pude devolverme al comienzo del siglo XX por lo que, en términos reales, mi investigación cubre desde el 1900 al 1960.

Entonces, si yo pude hacer ejercicio y pude incorporar elementos teóricos relevantes para el ejercicio, fue porque el programa está muy bien diseñado con respecto a la parte teórico-conceptual, el acercamiento metodológico a las investigaciones y los ejes temáticos, de modo que me sentí bastante cómodo con el Doctorado.

2.     En esa misma línea, ¿de qué manera su paso por el Doctorado le permitió innovar en su línea de investigación?

En mi caso, una de las cosas buenas de formarte en una escuela, que también puede tener cosas malas, es que esa escuela te va, en buena medida, diseñando, formando, dando una mirada de mundo, entonces en el caso del Doctorado, yo pude abordar ejes que, en términos historiográficos, han corrido en paralelo. Entonces, la formación de la licenciatura, en el magíster y en el doctorado, sobre todo en torno a algunos ejes y algunos profesores, como Mario Garcés y Julio Pinto, por ejemplo, me permitió juntar esos ejes de la historia que, en el caso nuestro, ha sido generalmente trabajado de forma aislada. El campo por ejemplo del territorio, del barrio, que es una línea que ha trabajado todo lo que es la historia local e historia oral en Chile

Claro, porque si tu revisas, por ejemplo, te vas a dar cuenta que cuando se aborda al sujeto popular, se le aborda en el lugar donde vive o en el lugar donde trabaja, pero somos muy pocos, y nuevamente, sin ánimos de ser autorreferente, me parece que fui uno de los primeros que hace un ejercicio consciente de articular esos dos espacios, territorio y trabajo, y eso sin dudas es una porte que me dio el doctorado. Que, en mi caso, no fue sólo el doctorado, insisto, sino que también la licenciatura, la pedagogía, el Departamento de Historia y el magíster, porque pude ir potenciando una línea que fui recogiendo tácitamente en todo mi proceso formativo. 

Yo creo que, en ese sentido, el doctorado me permitió articular eso, me entregó los elementos teórico-conceptuales, los elementos metodológicos y buena parte de la base experiencial para abordar ese ejercicio, donde pude abordar varios planos si se quiere, la comuna, el barrio, lo sindical, la vida cotidiana, y en buena medida eso se lo debo a la formación integral de todo el proceso que me entregó el Departamento de Historia.

3.     Desde su perspectiva como egresado, ¿cuáles son los nuevos desafíos que identifica para las y los futuros doctorandos?

Al respecto tengo dos impresiones, probablemente mi maestro Julio Pinto no compartirá del todo, yo creo que el desafío del programa es estar más conectados con las problemáticas del continente. Una cosa es que tu difundas información de claustros, seminarios, coloquios internacionales, pero otra cosa distinta es que tu realices esos coloquios y vehiculices la posibilidad de que los estudiantes del doctorado participen en esos espacios, porque hay una diferencia gigante entre rebotar una información de un seminario x lugar, y organizar el seminario por parte del doctorado, invitando gente de afuera, por ejemplo.

Más de alguna vez lo comenté, y probablemente eso tenga que ver con falta de recursos financieros y humanos del programa, porque una cosa es que tengas 10 profesores para el programa y otra cosa es que esos 10 profesores participen íntegramente en el programa, es decir, una cosa es hacer una muy buena cátedra, que se agradece, pero otra cosa es que ese profesor no tenga mayores funciones en otros aspectos fundamentales del programa que es, por ejemplo, toda la actividad extra-programática o, si tu quieres, de formación continua del programa.

En segundo lugar, y en la misma línea del trabajo que he desarrollado, me parece que falta mirar un poco más al continente en términos de ejercicios de investigación, Patricio García y Luz García lo hicieron, pero yo creo que nosotros hemos hecho poco el ejercicio de compartir investigaciones con otros estudiosos del continente. 

Hoy, en mi posdoctorado, estoy haciendo un ejercicio comparativo entre la clase obrera uruguaya y clase obrera chilena, pero yo creo que he sido el único del magíster y del doctorado que ha hecho un ejercicio comparativo entre Chile y Argentina o Chile y Uruguay.

Lo otro es integrarse a equipos de investigaciones, porque una cosa es que tu puedas ir a Madrid, a la UBA, a México a estudiar, pero la cosa es que tu puedas hacer ejercicios de investigación con estudiosos de otros países y ahí me parece que hay otro desafío. Sólo para darte un dato, hace un par de años revisé los grupos de trabajo de CLACSO, que para el año 2019 me acuerdo que eran 110, en los que había una proporción ínfima de investigadores chilenos insertos en esos grupos de trabajo, eso no puede ser, porque quiere decir que se está completamente desvinculado de los ejercicios de investigación que se están haciendo en otros países. Es necesario pensar el continente y no sólo viajar por el continente.

4.     Sebastián, pasando a la segunda etapa de la entrevista, fenómenos como el estallido social y la pandemia son ineludibles, como egresado y académico de la Universidad, ¿de qué manera se reconfiguran los movimientos de trabajadores a raíz de este nuevo escenario?

Yo me considero parte del pesimismo revolucionario, esa es mi corriente teórico-ideológica, porque a nivel del mundo del trabajo y los trabajadores, mis imágenes son negativas. Y creo que, la fractura que generó la represión dictatorial que literalmente destrozó la columna vertebral de lo que había sido el movimiento de los trabajadores en Chile, entre asesinatos, torturados, exiliados, y un largo etcétera, y si a eso le sumas el impacto brutal que tuvo el desarrollo del neoliberalismo en Chile, destrozó los espacios de constitución de ese sujeto, y eso es algo de lo que el mundo del trabajo no se ha recuperado.

Si a esto le sumas, el estado actual de las organizaciones de trabajadores en Chile, puedes entender por qué hoy en día los trabajadores no tienen un rol en todo este proceso. El estallido no comenzó en las fábricas, en las empresas, salvo situaciones muy puntuales como trabajadores del sector público, los docentes, pero quedan atomizados en el escenario.

Es lo mismo que pasó con las protestas de los 80, esas protestas no se vivieron en el mundo del trabajo, se vivieron en los espacios donde la gente vivía, y hoy los que se articulan son estudiantes, feministas, los preocupados por la urgencia climática, los pobladores, etcétera, pero no son los trabajadores.

O sea, pueden ser trabajadores, pero tú dices que no surgen desde un espacio laboral.

Claro, no lo hacen en función, sólo con revisar los pliegos petitorios o todas las iniciativas en términos de demandas que aparecen por doquier y casi no aparecen temas referentes al trabajo, es agua, es clima, es vivienda, es educación, pero no es trabajo, salvo que en un momento apareció la reducción de la jornada laboral y que uno puede estar de acuerdo en que junto con eso hay que aumentar los salarios, pero las principales demandas no tienen que ver con el mundo del trabajo. Eso te habla de que efectivamente, los trabajadores como tal, como sujeto trabajador, están absolutamente replegados en la discusión y el debate. 

Insisto, si uno se pone a ver la cantidad de centrales que existen hoy, partiendo por la CUT, no hay nada a nivel de los trabajadores, es terrible y es triste pero, por ejemplo, ¿cuántos gremios podrías nombrar que tengan algún nivel de relevancia en términos de su capacidad de ocupar el espacio público y modificar la realidad?, porque no estamos hablando de la capacidad de hacer declaraciones sino que de la capacidad de modificar la realidad, y los trabajadores, como tal, no tienen esa capacidad. Es brutal.

Se contagia tu pesimismo, qué quieres que te diga

Es brutal, pero está bien. Benedetti dice en un poema "no llorarse las mentiras sino cantarse las verdades", y mientras nosotros no seamos capaces de decirle a los del colectivo de trabajadores, a la Central Autónoma y a la CUT, que mientras ellos no avancen en establecer ejercicios de articulación del mundo del trabajo, ese mundo del trabajo va a seguir eternamente replegado y va a ser un vagón de cola del resto de los movimientos que ven la coyuntura.

5.     Bueno, con poco que agregar, lamentablemente paso a la última pregunta. Manteniéndonos en este escenario, ¿cuál es el papel que están llamados a cumplir los investigadores e historiadores en este escenario nacional e internacional?

Ahí soy un poco menos pesimista.

Creo que todavía los docentes, los intelectuales, los profesionales de las Ciencias Sociales y de la Historia, tienen un rol importante que jugar. Sigo pensando que no solamente alguien tiene que investigar, y la historiografía chilena es muy potente -probablemente no comparable a la argentina, pero efectivamente una historiografía muy potente- y por lo tanto, nosotros hemos avanzado en la investigación de diferentes fenómenos, y en ese sentido podemos hacer un aporte significativo, no solamente en pensar el pasado sino que también pensar el presente y proyectar el futuro. En esa línea me saco el sombrero con historiadores activistas como Sergio Grez, Julio Pinto, Mario Garcés y, sobre todo, la camada más joven, porque creo que tenemos una posición y posibilidad de dar a conocer ese conocimiento, difundirlo y proyectarlo.

Ahora, eso implica que hagamos el ejercicio de conectarnos con los espacios donde se está debatiendo, y creo que ese ejercicio es más que dar una conferencia cada cierto tiempo. Por eso tengo una particular simpatía, y le doy un status especial al profesor Sergio Grez, porque es un activista, o sea, si tiene que ir a hacer una charla en la José María Caro él va, y si tiene que hacerlo solo, lo hace solo. En la misma línea, el profesor Mario Garcés hace un trabajo similar.

A lo que voy, es que no podemos seguir en la lógica de la difusión vía paper o ponencia, presentar hermosas ponencias en los encuentros de la disciplina si no eres capaz de conectar eso con los espacios donde vives, con tu gremio. Más aun en la Universidad cuando se mira desde lejos este fenómeno. La verdad no sé si nosotros en el magíster o el doctorado, por ejemplo, hemos hecho un programa de formación de líderes populares, como formación, no como un foro cada dos años. Me parece que ahí nosotros tenemos una deuda.

Insisto, el último tiempo hemos generado una infinidad de investigaciones de temas que se han abordado de variados aspectos, líneas, sujetos, pero de qué sirve que se queden en un CD en la biblioteca, que vayamos a las jornadas de historia y no invitamos a ningún dirigente sindical o estudiantil, no preparamos materiales que se puedan difundir a nivel de colectivos, poblaciones o medios de acceso públicos.

No sé si es el intelectual orgánico, porque algunos de ellos en nuestro país han generado más distorsiones que aportes, con miradas a la realidad funcionales a sus partidos, como los historiadores marxistas de la década de 1950 y 1960. Lo que necesitamos es un intelectual crítico y autocrítico, capaz de mirar la realidad en su complejidad, no solamente a los sectores que le conviene mirar, entonces ese ejercicio, más que un intelectual orgánico, lo que necesitamos es que las escuelas se conviertan en un espacio que, formal, explícita y sistemáticamente, colabore en la evaluación de nuestro pasado, en una mirada de nuestro presente y en una proyección hacia el futuro.